Milonga Del Alma III
Está sentado ahí. Todos saben que es comunista, lo respetan, se sabe, es pobre y rico, generoso al convidar, al envidar y hasta para echar el resto. Confirmo, porque todos sospechan, que tiene miles y miles de compañeros almas y más.
De la frágil materia del olvido,
pétalo a pétalo te alcé, ilusoria,
tan hondo para amar, tan resentido,
que vuelvo el rostro a toda mi memoria.
Pero no quiero en esta mala gana,
verte como a una Alicia en el espejo,
inalcanzable mancha de una plana,
cuando era niño, cuando no era viejo.
La memoria es amante que requiere
un tiempo que no puede ser el mío;
no puedo ser el silbo de lo umbrío,
yo soy el cazador, soy el que hiere.
Jacarandoso árbol de la flor,
que pone azul a toda la plazuela
y que te vio guardándote mi amor,
como a fruto robado, una chicuela.
Y yo, que duermo a veces en el seno
de una bebida con calor de madre
-qué digo, no, tan sólo de comadre-,
amo el valor del que cayó en el cieno.
El amor que blasfema,
atado como un perro a dura estaca
y aleja del costado del poema,
una visión pueril de toma y daca.
El alma tan mentida,
el tiempo frívolo de sacrosanto
viernes de pasión vestido;
la irresponsable llama de la vida
en el pábilo negro de mi canto,
y ese señor olvido, que no olvida,
y ese señor espanto.
Milonga da Alma III
Está sentado aí. Todos sabem que é comunista, o respeitam, se sabe, é pobre e rico, generoso ao convidar, ao brindar e até para dar o resto. Confirmo, porque todos suspeitam, que tem milhares e milhares de companheiros almas e mais.
Da frágil matéria do esquecimento,
pétala a pétala te levantei, ilusória,
tão profundo para amar, tão ressentido,
que viro o rosto a toda minha memória.
Mas não quero, nessa má vontade,
te ver como uma Alice no espelho,
mancha inalcançável de uma página,
quando era criança, quando não era velho.
A memória é amante que requer
um tempo que não pode ser o meu;
não posso ser o assobio do sombrio,
eu sou o caçador, sou quem fere.
Jacarandá florido da flor,
que pinta de azul toda a pracinha
e que te viu guardando meu amor,
como um fruto roubado, uma menina.
E eu, que às vezes durmo no seio
de uma bebida com calor de mãe
-que digo, não, só de comadre-,
amo o valor de quem caiu na lama.
O amor que blasfema,
atado como um cachorro a uma estaca dura
e afasta do lado do poema,
uma visão pueril de toma e dá.
A alma tão mentida,
o tempo frívolo do sacrossanto
sexta-feira de paixão vestida;
a irresponsável chama da vida
na mecha negra do meu canto,
e esse senhor esquecimento, que não esquece,
e esse senhor espanto.